viernes, 25 de octubre de 2019

LOS DONCELLOS, SON UNA VERGÜENZA TANTO PARA EL HOMBRE COMO PARA LA MUJER.






AUTORA: KATSUYA


PAREJAS PRINCIPALES: Fernando/Raúl, Frederick/Miguel


OTRAS PAREJAS: Adrián/Julio, Oscar/Alejandro, Rubén/Cecilio, entre otras.


CATEGORÍA: Originales.


GÉNEROS: Ciencia ficción, angustia, drama, tragedia.


ADVERTENCIAS: Mpreg, muerte de un personaje, lemon, tortura, orgias, violación.


Los personajes de esta historia son de mi propiedad, así como la trama.


Capítulo 5: Castigos y torturas… III Parte.


Había llegado a oídos del Doctor Gonzalo el castigo al que estaba siendo sometido el experimento número 19,990, se sorprendió un poco de que su colega le implementara algo así, pensó que no sería mala idea hacerle una pequeña visita y comprobar por sí mismo que lo hacía tan especial, tenía muchas preguntas y a la vez deseaba saber las respuestas. Y con eso en mente, se dirigió al cuarto de dicho experimento, no sin antes pasar primero por la cocina para llevar algo de comida y una jarra con agua.

            —“Para que se tome tantas molestias de seguro ha descubierto algo diferente en su investigación y pienso descubrir que es lo que se propone el Doctor Fernando, no creo que solamente se deba a puros caprichos de él, desde hace tiempo he venido notando como lo obliga a que aguante cada vez que experimenta con él lo lleva más allá de su límite de resistencia. También me han informado, que lo cansa tanto física como psicológicamente y hasta la fecha no ha podido subyugarlo. Hoy veremos si yo soy capaz de hacer algo que el otro no ha hecho”.

Iba caminando por los pasillos, tan metido estaba en sus pensamientos que un voz lo desconcentró.

            —Disculpe Doctor Gonzalo, ¿a dónde lleva esa comida?
            —La llevo al cuarto 19,990, ¿por qué? ¿Tienes algún problema con ello?
            —Por supuesto que no.
            —Bien, en ese caso seguiré mi camino.
            —Déjeme acompañarlo por favor. – Le sonrió con malicia.
            —Está bien, para que veas que no soy tan malo. — Le sonrió de igual manera. — Pero antes, necesito que vayas por tu compañero y dile que de una vez se traiga su caja especial.
La otra persona, al escuchar la orden se relamió los labios y sin pensarlo dos veces se fue a buscar a su compañero.

No muy lejos de ahí, pero en la misma Institución.

Fuertes gritos se escuchaban en una de las habitaciones, dentro de ella se encontraban varias personas que disfrutaban ver el sufrimiento del otro.

            —AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH, YA NO POR FAVOR, BASTA, ME… ME DUELE MUCHO. — Se retorcía del dolor.
            —Denle otra descarga y esta vez auméntenla al nivel seis.
            — ¡Que! Pero Doctor, no soportará semejante descarga.
            — ¿Le gustaría tomar su lugar?
            —Claro que no.
            —Entonces, obedézcame.
            —Si.
            —AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH, BASTA… POR FAAAAAAAAAAAAAAVOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOORRRR… AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH. — Un prisionero estaba siendo sometido a una de las pruebas de resistencia, lo habían encadenado de pies y manos a una cama de madera y alrededor de su cintura le habían colocado un cinturón de metal y por medio de ese artefacto es que le daban las descargas eléctricas. El sometido gritaba con todas sus fuerzas, se retorcía de un lado a otro, el dolor que sentía era verdaderamente insoportable, sentía como sus órganos se contraían, se le dificultaba respirar, sentía un tremendo dolor en su parte baja y a la vez se le venían arcadas. Pero a pesar de sus súplicas, las personas que se encontraban ahí, no se detenían y seguían torturándolo cada vez más. — AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH, PAREN ESTO POR… FAVOR, YA NO… LO RESISTO… AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH.
Al cabo de unos minutos, el hombre no soportó las tremendas descargas eléctricas y muere.
            —Que desperdicio, otro experimento fallido. — Manifestó enfadado. — Desaten esta porquería y traigan a otro de los nuevos que acaba de llegar.
            —Enseguida Doctor.
            —Quiero que continúen con el proceso y a los que sobrevivan, deberán darle atención hospitalaria de inmediato.
            —A la orden.
            —Por el momento me retiro.

En la habitación 19,990…

            —Finalmente tengo el placer de conocerlo. — El joven, al ver el hombre que había entrado a su habitación se asustó mucho, su mirada daba miedo, se podría decir que en comparación con el Doctor Fernando, éste era el diablo en persona. — Por lo visto no piensas responderme.
La otra persona bajó un poco la mirada, pensó en no responderle, pero a la vez sentía un gran escalofrío recorrerle por todo su cuerpo. Después de tanto meditarlo, decidió contestarle, de todas maneras él no era su Doctor.
            —Quien… ¿Quién es usted?
            —Me doy cuenta que no eres tan tonto, disculpa mis modales, yo soy el Doctor Gonzalo. — Decía con sarcasmo, pero en cuanto escuchó el nombre, sin poderlo evitar su cuerpo comenzaba a temblar de miedo, había logrado escuchar la clase de persona que era ese maldito.
            —Que… ¿Qué es lo que quiere?
            —Tienes agallas para hablarme de ese modo, estúpido experimento. — Sonrió con malicia. — Pero te diré una cosa, estas de suerte porque hoy me siento benevolente y depende de ti si quieres que me siga sintiendo así. Ahora te pondré las cosas muy sencillas, vez esta bandeja con comida y agua. — El prisionero se atrevió a voltear y se dio cuenta que en esa bandeja había mucha variedad de comida y también estaba una jarra con agua fresca, al mirar todo eso su estómago no dudó ni un segundo en gruñir, se sentía débil y estaba a punto de tirársele encima a esa bandeja repleta de comida, pero en su mente se escuchó un pequeño click alertándolo de que podría ser una trampa. Por lo que únicamente asintió con la cabeza sin contestar. — Hasta el momento vamos progresando, me gusta que los experimentos no sean tan tontos y cooperen conmigo. — Se acercaba peligrosamente a él, haciendo que el otro diera unos cuantos pasos hacia atrás. — Quiero que me digas por qué el Doctor Fernando te ha impuesto este castigo. —  Detuvo su caminar para esperar una respuesta.
            — No lo sé.
            —No lo sabes o no quieres decirme. — Su mirada era intimidante, el joven tragó saliva en seco, no entendía por qué ese hombre había llegado ante el para cuestionarlo, ¿por qué a él? ¿Por qué no se iba a interrogar a su estúpido colega? ¿Por qué precisamente hoy decidió venir a visitarlo? El hombre al ver que no obtuvo respuesta, le propino un fuerte golpe en la cara haciendo que su víctima cayera bruscamente al suelo. — Odio que no respondan mis preguntas y si sigues así, terminarás por acabar con mi paciencia. — La otra persona comenzaba a llorar, no se esperaba que lo golpeara tan fuerte, se llevó su mano a su mejilla para aminorar el dolor.
            —Ya le contesté. — Lo miraba furioso.
            —Esa no es la respuesta que quiero escuchar. — Lo agarró fuertemente de sus cabellos sacándole un grito de dolor.
            —Aaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyy, suélteme, me duele. — Se llevaba ambas manos hacia arriba para tratar de liberarse del agarre.
El hombre lo arrastró hasta en medio de la habitación y ahí lo tiró con violencia estrellándolo contra el suelo. Sonrió con maldad al ver como ese pobre infeliz lloraba.
            — ¿A penas estoy comenzando y ya estas llorando? — Preguntó con sarcasmo, luego chasqueó sus dedos y dos hombres entraron a la habitación. — Encadénenlo a esas cadenas y déjenlo colgando como un péndulo.
            —A la orden Doctor Gonzalo.
            —NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, SUÉLTENME, DÉJENME MALDITOS, NO ME TOQUEN. — Luchaba con las pocas fuerzas que le quedaban, pero todo era inútil, debido a su condición, los hombres no tardaron en someterlo rápidamente. El dueño de la investigación se acercó a su víctima, lo agarró del mentón con fuerza para que pudiera verlo a los ojos.
            —Te lo preguntaré una vez más, ¿por qué el Doctor Fernando te ha impuesto este castigo?
            —PORQUE NO SUELO OBEDECERLO, PORQUE ODIO SUS MALDITAS PRUEBAS, ODIO ESTE LUGAR, NO QUIERO ESTAR AQUÍ, ODIO LO QUE LE ESTÁN HACIENDO A MI CUERPO. — Gritaba desesperado y se movía de un lado a otro, trataba de tocar el suelo con las puntas de los dedos de sus pies. Los presentes reían con maldad, se miraron unos a otro y sabía que eso apenas estaba comenzando.

No muy lejos de ahí…

Había estado trabajando toda la mañana, trataba a los nuevos sin piedad, no les daba oportunidad a que se fueran acostumbrando al tratamiento ni al dolor, había una razón del por qué hacía tal cosa y eso era porque estaba furioso y necesitaba desquitarse con alguien y que mejor manera de desquitarse que con los nuevos experimentos. Pero había algo más, la cólera que tenía era por culpa de uno de los especímenes, llevaba tres días soportando el primer castigo, hasta el mismo se sorprendió un poco el haber durado sin agua y sin comida por tres días. Caminaba por los pasillos dirigiéndose a otro lugar, para los experimentos era el lugar de la muerte, pero para los investigadores, era el lugar de la diversión. En cuanto llegó, observó cómo los verdugos se estaban divirtiendo en torturar a sus víctimas.

            —Anda maldito, quiero que grites más fuerte, deseo que se te desgarre la garganta de tanto gritar. — Manifestaba el verdugo mientras que azotaba a su víctima.
            —AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH… MALDITOS DESGRACIADOS… AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH.
            — ¿Cómo van aquí?
            —Doctor Fernando, que gusto que haya venido. — Respondió con cinismo el hombre que torturaba al experimento. 
            — ¿Ha decidido unirse a la fiesta? — Preguntó uno de los verdugos.
            —Me gustaría, créanme que me gustaría mucho, pero todavía tengo mucho trabajo por hacer. — Sonrió con maldad.
            —Es una lástima que no se nos una a la fiesta.
            —Es cierto, pero pronto lo haré, por ahora me gustaría hablar con ellos.
            —Claro, claro, son todos suyos. — Le abrían paso para que el pudiera acercársele a los prisioneros. Una vez que estaban frente a ellos les habló.
            —Fueron tan estúpidos al intentar escapar, les hicimos creer que ustedes iban a salir de aquí, cuando en realidad nos estábamos divirtiendo dándoles falsas esperanzas. — Los miraba de manera intimidante.
            —Eres un… Maldito. — Contestó uno de ellos y a la vez le escupió en la cara.
            — ¡ESTÚPIDO! — Uno de los guardias le da tremenda bofetada en la cara para proteger al galeno.
            —Tranquilo, no lo maltrates demasiado, recuerda que siguen siendo valiosos para nuestra investigación. — Expresó el médico con maldad pura. — Se me acaba de ocurrir algo, ya no los sigan azotando.
            — ¡Que! — Exclamaron sorprendidos. — ¿Por qué?
            —Quiero que curen sus heridas, les den de comer y denle a beber agua de inmediato para que estén listos.
            —Listos para qué.
            —Para nuestra pequeña fiesta. — Volteó a ver al hombre fríamente, haciendo que el otro sonriera con malicia, los prisioneros en cuanto miraron esas expresiones sintieron un gran escalofrío recorrerle por todo su cuerpo.
            —No se preocupen, en esa fiesta aprenderán a obedecernos y a no intentar escapar de nuevo.
            —Maldito desgraciado, pagarás muy caro todo lo que estás haciendo. Un día te arrepentirás de todas tus fechorías que has hecho. Tu arrepentimiento será tan grande que nunca encontrarás perdón y tu estúpida vida no encontrará la paz.
            —Bal, bla, bla, bla, como si me interesaran tus estúpidas amenazas. En vez de estarme diciendo sandeces, deberían de agradecerme por salvarlos de sus castigos. — Manifestaba con cinismo.
            —Prefiero morir antes de darte las gracias.
            —Mhg… Cuidado con lo que deseas, no vaya ser que en una de esas se te haga realidad. — Lo mira a los ojos de forma amenazadora, el hombre tragó saliva en seco y prefirió no decir nada más. — Bueno muchachos, se los encargó, yo continuaré con mi ronda.
            —Usted no se preocupe por nada.
En lo que caminaba, su mente no había dejado de pensar en el experimento 19,990, ese día decidió visitarlo muy temprano, trató de darle una última oportunidad para que pudiera hablar y sin embargo, prefirió mil veces quedarse callado. Eso lo había molestado de sobre manera y lo amenazó que tenía hasta el atardecer para que rompiera con el maldito mutismo y se dejara someter ante él, si no lo hacía empezaría con castigos más severos, lo mandaría al cuarto de torturas y experimentaría con su cuerpo sin ninguna clase de anestesia, se saltaría el protocolo e iniciaría con su investigación de golpe, lo sometería a tanto dolor que no le iban a quedar ganas de desobedecerlo de nuevo.
            —“Porque eres tan obstinado, porque no te das cuenta que me abstengo de las ganas de hacerte mío, sueño todas las noches en tener sexo contigo, sueño escuchando tus gemidos y suplicándome para que te siga penetrando una y otra y otra vez, sueño con tenerte entre mis brazos, con besar tus labios carnosos, en tocar suavemente tu pecho y jugar un poco con tus bellos pezones rosados, con dejarte múltiples marcas tanto en tu cuello, pecho, muslo y entre pierna. Pensar en todo esto me excita. A mi nada me cuesta ir en estos momentos a tu habitación y tomarte por la fuerza, con eso de que ya llevas tres días sin comer y sin tomar agua, no tendrías las fuerzas necesarias para defenderte. Pero no, así no lo quiero, no de ese modo, no de esta manera, ya que mi único interés es doblegar tu fuerza de voluntad, te quiero ver humillado y arrodillado ante mis pies, quiero escucharte decir que he ganado y que has decidido darte por vencido. ¡Oh! Esa sí que sería música para mis oídos, me sentiría orgulloso por haber alcanzado mi objetivo. Pero… ¿Seré capaz de lastimarlo en serio? ¿Tendré la fuerza suficiente para torturarlo? Malditos sentimientos, ¿por qué tuve que fijarme en él? ¿Cómo fue que me llegué a enamorar de un experimento? Aun sabiendo que va en contra de la regla. ¡Rayos! Me maldigo a mí mismo por ser tan estúpido”. — Todo eso lo pensaba para sí mismo, finalmente llegó a su destino y comenzó a examinar a los especímenes que estaban cargados.

Mientras que en una de las habitaciones…

Los hombres se mofaban de él, se comían toda la comida en su presencia y el galeno le sostenía con fuerza la cabeza obligándolo para que no se perdiera ni un detalle de como devoraban toda su comida.
            —Si no hubieras sido tan estúpido, tú te estarías comiendo toda esa comida en lugar de ellos.
            —Púdrete maldito infeliz. — Trató de moverse, pero el agarre se volvió más fuerte jalándole sus hermosos cabellos.
            —Tal parece que aún no entiendes en qué posición te encuentras, más vale que te comportes. — Jaló bruscamente su cabeza hacia atrás acercándolo hacia el para poder lamer una de sus mejillas.
            —No me toques, me das asco, viejo asqueroso. — Volvía a retorcerse sin ningún resultado.
            —Ahora me estoy dando cuenta del por qué mi colega ha puesto sus ojos en ti, cualquiera en tu lugar ya se habría rendido… Je, je, je, je, je, je, je, je, je. — Reía perversamente. — Quiero que me digas todo, ¿cómo te examina? ¿Por qué te tiene tantas consideraciones? ¿Por qué se extralimita contigo al hacerte las pruebas? ¿Por qué siempre que ando rondando por las noches te encuentro a ti muy cansado y lastimado? CONTÉSTAME MALDITO. — Gritó furioso.
            —Por qué demonios me lo pregunta a mí, porque no mejor se lo pregunta a su cómplice, porque no se va al infierno.
            —Que iluso eres, yo soy el mismo infierno. — Al escuchar su voz, sintió un gran escalofrío recorrerle por todo su cuerpo, no supo por qué pero en ese momento pensó en el Doctor Fernando. El hombre le soltó la cabeza, caminó en dirección a donde estaban los verdugos y les dijo. — Trajeron la caja especial.
            —Por supuesto que sí, señor.
            —Excelente, debido a su obediencia, los premiaré dejándolos que comiencen ustedes primero a enseñarles un par de modales a este inútil.
            —Je, je, je, je, je, je, je, je, muchas gracias señor, le prometemos que no lo defraudaremos.

Sala de gestación…

            —Debido a que hemos tenido muchas pérdidas, es necesario vigilar a estos 20 doncellos. No podemos darnos más lujos de seguir fallando.
            —Si Doctor, pero…
            — ¿Qué sucede?
            —Por más cuidados que le demos, estos hombres siempre sufren de mucho estrés y emociones fuertes, eso y sin…
            — ¡PLAFT! — Se había escuchado un ruido muy fuerte en toda la habitación, dejando a todos los presentes boquiabiertos. El galeno le había dado tremenda bofetada al enfermero. — ¿Te atreves a contradecirme? — Lo fulminaba con la mirada.
            —No… No Doctor.
            —Más te vale, a mí lo único que me interesa es que hagan bien su trabajo. Y si algunos de estos doncellos mueren antes del parto, les garantizo que todos ustedes tomarán su lugar. — Todas las personas que se encontraban ahí en ese momento, no podían creer lo que escuchaban. Uno de ellos se atrevió a cuestionarlo.
            — ¿Por qué tenemos que pagar nosotros lo que estos imbéciles no pueden hacer?
            —Porque así como son buenos abusando de ellos, así también deberán ser buenos en hacerse cargo de las estupideces que hacen. — Manifestaba seriamente. — Acaso creen que soy idiota, no olviden que yo me entero de todo lo que sucede en este lugar. Ya anteriormente les había advertido que los doncellos que están en gestación nadie puede tocarlos, ni siquiera el Doctor Gonzalo se atreve a semejante estupidez, porque él es una persona que no le gusta perder.
El ambiente se sentía tenso, era cierto que algunos abusaban de esos pobres hombres y los cansaban en extremo, lo que les parecía injusto era que todos tenían que pagar por las fechorías de los demás.
            —Doctor Fernando, no es justo que la mayoría tenga que pagar por los abusos que otros cometen.
            — ¿En serio? ¿Me estás diciendo que yo estoy en un error? — El hombre que hizo la pregunta, temió al ver sus ojos que irradiaban una furia contenida y únicamente asintió con la cabeza. — Entiendo. — Medio sonrió con maldad. — Lo que me acabas de decir, amerita que ahora mismo te mande a una celda de castigo, pero no lo haré por la sencilla razón de que eres nuevo y quiero que todos escuchen lo que tengo que decirles. Es verdad que no todos abusan de los doncellos, pero también es cierto que los que se quedan callados y no hacen nada se convierten en cómplices. Por lo tanto, todo el grupo es responsable por lo que aquí sucede y si no están cumpliendo con las reglas, aténganse a las consecuencias. — Nadie se atrevió a decir nada, tenían la mirada en el suelo, tal parece que ese hombre estaba siendo considerado con ellos al no mandarlos a la celda de castigo o peor aún, a ser reemplazado por el doncello que muere. — Tal parece que finalmente han entendido cual es la posición de cada uno, si les digo que vigilen a los doncellos, es para que estén al pendiente de ellos, tienen que cuidarlos, examinarlos, ver que coman a sus horas, pero sobre todo, que el feto vaya creciendo sin complicaciones. Si me entero que vuelven a abusar nuevamente de ellos, todos pagarán caro, únicamente les recuerdo que aquí nadie es indispensable, si uno falla, rápidamente es desplazado por otra persona. Ahora sí, me he dado a entender.
            —Sí, Doctor Fernando. — Respondieron al unísono.
            —Bien, en ese caso, quiero un reporte detallado cada 24 horas.
            —A la orden Doctor.

El hombre salió del lugar, miró su reloj que tenía puesto en su mano izquierda y se dio cuenta que ya era tarde, se sentía un poco cansado, deseaba ir a su habitación para darse un baño y descansar un poco. En lo que caminaba, no supo por qué se le vino la imagen del experimento 19,990.
            —“A estas alturas se ha de estar muriendo de hambre, el día está por terminar y yo le advertí que le daba hasta el atardecer. Conociéndolo bien, obtendré una negativa por parte de él, todavía no pienso levantarle su castigo, jugaré un rato más a ver hasta dónde llega su rebeldía. Iré a visitarlo para mofarme de él”.
Se apresuró para ir a la habitación, estaba llegando a uno de los corredores y casi a lo lejos logró escuchar un terrible grito por lo que decidió correr para ver qué era lo que estaba pasando. En cuanto llegó, se sorprendió bastante al encontrarse con ese hombre que tanto odiaba y a la vez estaban sus secuaces, los perros falderos como así los llamaba que siempre estaban a merced de ese desgraciado.
            —Qué bueno que llega mi querido colega. — Lo saludaba hipócritamente.
            — ¿Qué demonios haces aquí? — Preguntó enfadado.
            —Decidí en venir a conocer su más reciente adquisición.
            — ¡Ja! Él tiene prohibido las visitas. — Trataba de calmarse y únicamente pensaba en seguirle el juego a ese maldito.
            —Ya lo sé. — Medio sonrió maliciosamente. — Pero el muy pobre se sentía solo y abandonado. Así que no me quedó de otra que darle un trato especial.
El hombre se acercaba cada vez más y cuando finalmente estuvo a cierta distancia, se percató al ver en las condiciones que se encontraba el experimento. Todo su cuerpo estaba golpeado, debajo de sus pies se miraba un charco de sangre, su espalda estaba hecho jirones por los múltiples latigazos que había recibido, una de sus piernas podría estar rota o dislocada, sus brazos, torso y piernas habían sido cortadas con alguna clase de objeto filoso, realmente la escena frente a sus ojos era aterrador. Perdió toda esperanza de que siguiera con vida, pero se tranquilizó al darse cuenta que aún respiraba débilmente. Por primera vez en su vida, sintió un terrible dolor en su pecho, pensando que podría perderlo.
            —Y dime, te has divertido mucho con él.
            —No tienes idea de cómo me he divertido, me sorprende la resistencia que tiene, quizás es que por eso has puesto tus ojos en este producto.
El hombre que se encontraba encadenado comenzaba a recobrar poco a poco el conocimiento, intentó moverse pero el dolor que sentía en todo su cuerpo no le permitió hacerlo, a duras penas logró reconocer una de las voces, por alguna extraña razón se sintió feliz de que él estuviera ahí, creyendo de que tal vez lo podría ayudar, pero al escuchar la conversación, todas sus esperanzas se desvanecieron.
            — ¡Ja! No te confundas mi querido colega, lo trato igual o peor que a los demás.
            — ¿En serio? Eso quiere decir que no sientes nada por este experimento.
            — Por supuesto que no. — Lo miraba seriamente.
            — ¡Qué bien! Eso era todo lo que quería escuchar. — El hombre caminó hacia la cama, ahí se encontraba la dichosa caja especial. Revolvió un poco las cosas que contenía la caja, luego sacó un cuchillo de carnicero muy afilado. A todo esto, los dos verdugos no decían ni se metían en nada simplemente se limitaban a observar la escena.   — Entonces no te importará que lo decapite aquí mismo, en tu presencia. — Se le acercó a su víctima, lo agarró con fuerza de sus cabellos haciendo la cabeza hacia atrás y le ponía el cuchillo en su cuello, se escuchó una débil súplica.
            — No… Por… Favor… No… Quiero… Morir. — Gruesas lágrimas salían de sus ojos, bañando completamente sus mejillas.
            — ¿Qué sucede, acaso no piensas detenerme? — Le había hecho una pequeña herida en su garganta.
            — Por mí, haz lo que quieras. — Manifestó como si realmente no le importara, aunque por dentro se moría de los nervios y su corazón pedía a gritos que lo salvara.
            — Como quieras. — Sonrió con maldad, estaba a punto de degollarlo cuando en ese momento se escuchó un fuerte grito.
            — ¡ESPERA!
            — ¿No que no te importaba? — Preguntó con sarcasmo.
            —No seas estúpido, no te daré el placer de matarlo, yo quiero hacerlo con mis propias manos.
Todos se quedaron boquiabiertos, hasta el Doctor Gonzalo se había quedado en shock, al ver esa mirada asesina sabía que no estaba bromeando…


Continuará…


N/A: Espero que les haya gustado el capítulo, no se pierdan la continuación de esta espeluznante historia. ¿Qué pasará con el experimento 19,990? ¿Fernando tendrá el valor de matarlo? ¿Se saldrá con la suya Gonzalo? Todo esto y más lo sabrán en los siguientes episodios.

Muchas gracias por tomarse su tiempo en leerme y entrar a mi blog, cuídense mucho.

Atte.:

            KAT.



P.D.: Con este nuevo capítulo he inaugurado el mini especial de la semana que tanto les he anunciado. Mañana subiré un nuevo episodio de la historia: Los ojos son el reflejo del alma. Espero que disfruten de esta semana de lectura que traigo para ustedes con mucho cariño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario