AUTORA:
KATSUYA
PAREJAS
PRINCIPALES: Fernando/Raúl, Frederick/Miguel
OTRAS
PAREJAS: Adrián/Julio, Oscar/Alejandro, Rubén/Cecilio, entre
otras.
CATEGORÍA:
Originales.
GÉNEROS:
Ciencia
ficción, angustia, drama, tragedia.
ADVERTENCIAS:
Mpreg,
muerte de un personaje, lemon, tortura, orgias, violación.
Los
personajes de esta historia son de mi propiedad, así como la trama.
Capítulo
5: Castigos y torturas… III Parte.
Había
llegado a oídos del Doctor Gonzalo el castigo al que estaba siendo sometido el
experimento número 19,990, se sorprendió un poco de que su colega le
implementara algo así, pensó que no sería mala idea hacerle una pequeña visita
y comprobar por sí mismo que lo hacía tan especial,
tenía muchas preguntas y a la vez deseaba saber las respuestas. Y con eso en
mente, se dirigió al cuarto de dicho experimento, no sin antes pasar primero
por la cocina para llevar algo de comida y una jarra con agua.
—“Para que se tome tantas molestias de
seguro ha descubierto algo diferente en su investigación y pienso descubrir que
es lo que se propone el Doctor Fernando, no creo que solamente se deba a puros
caprichos de él, desde hace tiempo he venido notando como lo obliga a que aguante
cada vez que experimenta con él lo lleva más allá de su límite de resistencia.
También me han informado, que lo cansa tanto física como psicológicamente y
hasta la fecha no ha podido subyugarlo. Hoy veremos si yo soy capaz de hacer
algo que el otro no ha hecho”.
Iba
caminando por los pasillos, tan metido estaba en sus pensamientos que un voz lo
desconcentró.
—Disculpe Doctor Gonzalo, ¿a dónde
lleva esa comida?
—La llevo al cuarto 19,990, ¿por
qué? ¿Tienes algún problema con ello?
—Por supuesto que no.
—Bien, en ese caso seguiré mi
camino.
—Déjeme acompañarlo por favor. – Le
sonrió con malicia.
—Está bien, para que veas que no soy
tan malo. — Le sonrió de igual manera. — Pero antes, necesito que vayas por tu
compañero y dile que de una vez se traiga su caja especial.
La
otra persona, al escuchar la orden se relamió los labios y sin pensarlo dos
veces se fue a buscar a su compañero.
No muy lejos de ahí, pero en la misma
Institución.
Fuertes
gritos se escuchaban en una de las habitaciones, dentro de ella se encontraban
varias personas que disfrutaban ver el sufrimiento del otro.
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH,
YA NO POR FAVOR, BASTA, ME… ME DUELE MUCHO. — Se retorcía del dolor.
—Denle otra descarga y esta vez
auméntenla al nivel seis.
— ¡Que! Pero Doctor, no soportará
semejante descarga.
— ¿Le gustaría tomar su lugar?
—Claro que no.
—Entonces, obedézcame.
—Si.
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH,
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH, BASTA… POR FAAAAAAAAAAAAAAVOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOORRRR…
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH. — Un prisionero estaba siendo sometido
a una de las pruebas de resistencia, lo habían encadenado de pies y manos a una
cama de madera y alrededor de su cintura le habían colocado un cinturón de
metal y por medio de ese artefacto es que le daban las descargas eléctricas. El
sometido gritaba con todas sus fuerzas, se retorcía de un lado a otro, el dolor
que sentía era verdaderamente insoportable, sentía como sus órganos se
contraían, se le dificultaba respirar, sentía un tremendo dolor en su parte
baja y a la vez se le venían arcadas. Pero a pesar de sus súplicas, las
personas que se encontraban ahí, no se detenían y seguían torturándolo cada vez
más. — AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH, PAREN ESTO POR… FAVOR, YA NO… LO
RESISTO… AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH.
Al cabo de unos minutos, el hombre no
soportó las tremendas descargas eléctricas y muere.
—Que
desperdicio, otro experimento fallido. — Manifestó enfadado. — Desaten esta
porquería y traigan a otro de los nuevos que acaba de llegar.
—Enseguida
Doctor.
—Quiero
que continúen con el proceso y a los que sobrevivan, deberán darle atención
hospitalaria de inmediato.
—A
la orden.
—Por
el momento me retiro.
En la habitación 19,990…
—Finalmente
tengo el placer de conocerlo. — El joven, al ver el hombre que había entrado a
su habitación se asustó mucho, su mirada daba miedo, se podría decir que en
comparación con el Doctor Fernando, éste era el diablo en persona. — Por lo
visto no piensas responderme.
La otra persona bajó un poco la mirada,
pensó en no responderle, pero a la vez sentía un gran escalofrío recorrerle por
todo su cuerpo. Después de tanto meditarlo, decidió contestarle, de todas
maneras él no era su Doctor.
—Quien…
¿Quién es usted?
—Me
doy cuenta que no eres tan tonto, disculpa mis modales, yo soy el Doctor
Gonzalo. — Decía con sarcasmo, pero en cuanto escuchó el nombre, sin poderlo
evitar su cuerpo comenzaba a temblar de miedo, había logrado escuchar la clase
de persona que era ese maldito.
—Que…
¿Qué es lo que quiere?
—Tienes
agallas para hablarme de ese modo, estúpido experimento. — Sonrió con malicia.
— Pero te diré una cosa, estas de suerte porque hoy me siento benevolente y
depende de ti si quieres que me siga sintiendo así. Ahora te pondré las cosas
muy sencillas, vez esta bandeja con comida y agua. — El prisionero se atrevió a
voltear y se dio cuenta que en esa bandeja había mucha variedad de comida y
también estaba una jarra con agua fresca, al mirar todo eso su estómago no dudó
ni un segundo en gruñir, se sentía débil y estaba a punto de tirársele encima a
esa bandeja repleta de comida, pero en su mente se escuchó un pequeño click
alertándolo de que podría ser una trampa. Por lo que únicamente asintió con la
cabeza sin contestar. — Hasta el momento vamos progresando, me gusta que los
experimentos no sean tan tontos y cooperen conmigo. — Se acercaba
peligrosamente a él, haciendo que el otro diera unos cuantos pasos hacia atrás.
— Quiero que me digas por qué el Doctor Fernando te ha impuesto este castigo. — Detuvo su caminar para esperar una respuesta.
—
No lo sé.
—No
lo sabes o no quieres decirme. — Su mirada era intimidante, el joven tragó
saliva en seco, no entendía por qué ese hombre había llegado ante el para
cuestionarlo, ¿por qué a él? ¿Por qué no se iba a interrogar a su estúpido
colega? ¿Por qué precisamente hoy decidió venir a visitarlo? El hombre al ver
que no obtuvo respuesta, le propino un fuerte golpe en la cara haciendo que su
víctima cayera bruscamente al suelo. — Odio que no respondan mis preguntas y si
sigues así, terminarás por acabar con mi paciencia. — La otra persona comenzaba
a llorar, no se esperaba que lo golpeara tan fuerte, se llevó su mano a su
mejilla para aminorar el dolor.
—Ya
le contesté. — Lo miraba furioso.
—Esa
no es la respuesta que quiero escuchar. — Lo agarró fuertemente de sus cabellos
sacándole un grito de dolor.
—Aaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyy,
suélteme, me duele. — Se llevaba ambas manos hacia arriba para tratar de
liberarse del agarre.
El hombre lo arrastró hasta en medio de la
habitación y ahí lo tiró con violencia estrellándolo contra el suelo. Sonrió
con maldad al ver como ese pobre infeliz lloraba.
—
¿A penas estoy comenzando y ya estas llorando? — Preguntó con sarcasmo, luego
chasqueó sus dedos y dos hombres entraron a la habitación. — Encadénenlo a esas
cadenas y déjenlo colgando como un péndulo.
—A
la orden Doctor Gonzalo.
—NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO,
SUÉLTENME, DÉJENME MALDITOS, NO ME TOQUEN. — Luchaba con las pocas fuerzas que
le quedaban, pero todo era inútil, debido a su condición, los hombres no
tardaron en someterlo rápidamente. El dueño de la investigación se acercó a su
víctima, lo agarró del mentón con fuerza para que pudiera verlo a los ojos.
—Te
lo preguntaré una vez más, ¿por qué el Doctor Fernando te ha impuesto este
castigo?
—PORQUE
NO SUELO OBEDECERLO, PORQUE ODIO SUS MALDITAS PRUEBAS, ODIO ESTE LUGAR, NO
QUIERO ESTAR AQUÍ, ODIO LO QUE LE ESTÁN HACIENDO A MI CUERPO. — Gritaba
desesperado y se movía de un lado a otro, trataba de tocar el suelo con las
puntas de los dedos de sus pies. Los presentes reían con maldad, se miraron
unos a otro y sabía que eso apenas estaba comenzando.
No muy lejos de ahí…
Había estado trabajando toda la mañana,
trataba a los nuevos sin piedad, no les daba oportunidad a que se fueran
acostumbrando al tratamiento ni al dolor, había una razón del por qué hacía tal
cosa y eso era porque estaba furioso y necesitaba desquitarse con alguien y que
mejor manera de desquitarse que con los nuevos experimentos. Pero había algo
más, la cólera que tenía era por culpa de uno de los especímenes, llevaba tres
días soportando el primer castigo, hasta el mismo se sorprendió un poco el
haber durado sin agua y sin comida por tres días. Caminaba por los pasillos
dirigiéndose a otro lugar, para los experimentos era el lugar de la muerte,
pero para los investigadores, era el lugar de la diversión. En cuanto llegó,
observó cómo los verdugos se estaban divirtiendo en torturar a sus víctimas.
—Anda
maldito, quiero que grites más fuerte, deseo que se te desgarre la garganta de
tanto gritar. — Manifestaba el verdugo mientras que azotaba a su víctima.
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH…
MALDITOS DESGRACIADOS… AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH.
—
¿Cómo van aquí?
—Doctor
Fernando, que gusto que haya venido. — Respondió con cinismo el hombre que
torturaba al experimento.
—
¿Ha decidido unirse a la fiesta? — Preguntó uno de los verdugos.
—Me
gustaría, créanme que me gustaría mucho, pero todavía tengo mucho trabajo por
hacer. — Sonrió con maldad.
—Es
una lástima que no se nos una a la fiesta.
—Es
cierto, pero pronto lo haré, por ahora me gustaría hablar con ellos.
—Claro,
claro, son todos suyos. — Le abrían paso para que el pudiera acercársele a los
prisioneros. Una vez que estaban frente a ellos les habló.
—Fueron
tan estúpidos al intentar escapar, les hicimos creer que ustedes iban a salir
de aquí, cuando en realidad nos estábamos divirtiendo dándoles falsas
esperanzas. — Los miraba de manera intimidante.
—Eres
un… Maldito. — Contestó uno de ellos y a la vez le escupió en la cara.
—
¡ESTÚPIDO! — Uno de los guardias le da tremenda bofetada en la cara para
proteger al galeno.
—Tranquilo,
no lo maltrates demasiado, recuerda que siguen siendo valiosos para nuestra
investigación. — Expresó el médico con maldad pura. — Se me acaba de ocurrir
algo, ya no los sigan azotando.
—
¡Que! — Exclamaron sorprendidos. — ¿Por qué?
—Quiero
que curen sus heridas, les den de comer y denle a beber agua de inmediato para
que estén listos.
—Listos
para qué.
—Para
nuestra pequeña fiesta. — Volteó a ver al hombre fríamente, haciendo que el
otro sonriera con malicia, los prisioneros en cuanto miraron esas expresiones
sintieron un gran escalofrío recorrerle por todo su cuerpo.
—No
se preocupen, en esa fiesta aprenderán a obedecernos y a no intentar escapar de
nuevo.
—Maldito
desgraciado, pagarás muy caro todo lo que estás haciendo. Un día te
arrepentirás de todas tus fechorías que has hecho. Tu arrepentimiento será tan
grande que nunca encontrarás perdón y tu estúpida vida no encontrará la paz.
—Bal,
bla, bla, bla, como si me interesaran tus estúpidas amenazas. En vez de estarme
diciendo sandeces, deberían de agradecerme por salvarlos de sus castigos. —
Manifestaba con cinismo.
—Prefiero
morir antes de darte las gracias.
—Mhg…
Cuidado con lo que deseas, no vaya ser que en una de esas se te haga realidad.
— Lo mira a los ojos de forma amenazadora, el hombre tragó saliva en seco y
prefirió no decir nada más. — Bueno muchachos, se los encargó, yo continuaré
con mi ronda.
—Usted
no se preocupe por nada.
En lo que caminaba, su mente no había
dejado de pensar en el experimento 19,990, ese día decidió visitarlo muy
temprano, trató de darle una última oportunidad para que pudiera hablar y sin
embargo, prefirió mil veces quedarse callado. Eso lo había molestado de sobre
manera y lo amenazó que tenía hasta el atardecer para que rompiera con el
maldito mutismo y se dejara someter ante él, si no lo hacía empezaría con
castigos más severos, lo mandaría al cuarto de torturas y experimentaría con su
cuerpo sin ninguna clase de anestesia, se saltaría el protocolo e iniciaría con
su investigación de golpe, lo sometería a tanto dolor que no le iban a quedar
ganas de desobedecerlo de nuevo.
—“Porque
eres tan obstinado, porque no te das cuenta que me abstengo de las ganas de
hacerte mío, sueño todas las noches en tener sexo contigo, sueño escuchando tus
gemidos y suplicándome para que te siga penetrando una y otra y otra vez, sueño
con tenerte entre mis brazos, con besar tus labios carnosos, en tocar
suavemente tu pecho y jugar un poco con tus bellos pezones rosados, con dejarte
múltiples marcas tanto en tu cuello, pecho, muslo y entre pierna. Pensar en
todo esto me excita. A mi nada me cuesta ir en estos momentos a tu habitación y
tomarte por la fuerza, con eso de que ya llevas tres días sin comer y sin tomar
agua, no tendrías las fuerzas necesarias para defenderte. Pero no, así no lo
quiero, no de ese modo, no de esta manera, ya que mi único interés es doblegar
tu fuerza de voluntad, te quiero ver humillado y arrodillado ante mis pies,
quiero escucharte decir que he ganado y que has decidido darte por vencido.
¡Oh! Esa sí que sería música para mis oídos, me sentiría orgulloso por haber
alcanzado mi objetivo. Pero… ¿Seré capaz de lastimarlo en serio? ¿Tendré la
fuerza suficiente para torturarlo? Malditos sentimientos, ¿por qué tuve que
fijarme en él? ¿Cómo fue que me llegué a enamorar de un experimento? Aun
sabiendo que va en contra de la regla. ¡Rayos! Me maldigo a mí mismo por ser
tan estúpido”. — Todo eso lo pensaba para sí mismo, finalmente llegó a su
destino y comenzó a examinar a los especímenes que estaban cargados.
Mientras que en una de las habitaciones…
Los hombres se mofaban de él, se comían
toda la comida en su presencia y el galeno le sostenía con fuerza la cabeza
obligándolo para que no se perdiera ni un detalle de como devoraban toda su
comida.
—Si
no hubieras sido tan estúpido, tú te estarías comiendo toda esa comida en lugar
de ellos.
—Púdrete
maldito infeliz. — Trató de moverse, pero el agarre se volvió más fuerte
jalándole sus hermosos cabellos.
—Tal
parece que aún no entiendes en qué posición te encuentras, más vale que te
comportes. — Jaló bruscamente su cabeza hacia atrás acercándolo hacia el para
poder lamer una de sus mejillas.
—No
me toques, me das asco, viejo asqueroso. — Volvía a retorcerse sin ningún
resultado.
—Ahora
me estoy dando cuenta del por qué mi colega ha puesto sus ojos en ti,
cualquiera en tu lugar ya se habría rendido… Je, je, je, je, je, je, je, je,
je. — Reía perversamente. — Quiero que me digas todo, ¿cómo te examina? ¿Por
qué te tiene tantas consideraciones? ¿Por qué se extralimita contigo al hacerte
las pruebas? ¿Por qué siempre que ando rondando por las noches te encuentro a
ti muy cansado y lastimado? CONTÉSTAME MALDITO. — Gritó furioso.
—Por
qué demonios me lo pregunta a mí, porque no mejor se lo pregunta a su cómplice,
porque no se va al infierno.
—Que
iluso eres, yo soy el mismo infierno. — Al escuchar su voz, sintió un gran
escalofrío recorrerle por todo su cuerpo, no supo por qué pero en ese momento
pensó en el Doctor Fernando. El hombre le soltó la cabeza, caminó en dirección
a donde estaban los verdugos y les dijo. — Trajeron la caja especial.
—Por
supuesto que sí, señor.
—Excelente,
debido a su obediencia, los premiaré dejándolos que comiencen ustedes primero a
enseñarles un par de modales a este inútil.
—Je,
je, je, je, je, je, je, je, muchas gracias señor, le prometemos que no lo
defraudaremos.
Sala de gestación…
—Debido
a que hemos tenido muchas pérdidas, es necesario vigilar a estos 20 doncellos.
No podemos darnos más lujos de seguir fallando.
—Si
Doctor, pero…
—
¿Qué sucede?
—Por
más cuidados que le demos, estos hombres siempre sufren de mucho estrés y
emociones fuertes, eso y sin…
—
¡PLAFT! — Se había escuchado un ruido muy fuerte en toda la habitación, dejando
a todos los presentes boquiabiertos. El galeno le había dado tremenda bofetada
al enfermero. — ¿Te atreves a contradecirme? — Lo fulminaba con la mirada.
—No…
No Doctor.
—Más
te vale, a mí lo único que me interesa es que hagan bien su trabajo. Y si
algunos de estos doncellos mueren antes del parto, les garantizo que todos
ustedes tomarán su lugar. — Todas las personas que se encontraban ahí en ese
momento, no podían creer lo que escuchaban. Uno de ellos se atrevió a
cuestionarlo.
—
¿Por qué tenemos que pagar nosotros lo que estos imbéciles no pueden hacer?
—Porque
así como son buenos abusando de ellos, así también deberán ser buenos en
hacerse cargo de las estupideces que hacen. — Manifestaba seriamente. — Acaso
creen que soy idiota, no olviden que yo me entero de todo lo que sucede en este
lugar. Ya anteriormente les había advertido que los doncellos que están en
gestación nadie puede tocarlos, ni siquiera el Doctor Gonzalo se atreve a
semejante estupidez, porque él es una persona que no le gusta perder.
El ambiente se sentía tenso, era cierto
que algunos abusaban de esos pobres hombres y los cansaban en extremo, lo que
les parecía injusto era que todos tenían que pagar por las fechorías de los
demás.
—Doctor
Fernando, no es justo que la mayoría tenga que pagar por los abusos que otros
cometen.
—
¿En serio? ¿Me estás diciendo que yo estoy en un error? — El hombre que hizo la
pregunta, temió al ver sus ojos que irradiaban una furia contenida y únicamente
asintió con la cabeza. — Entiendo. — Medio sonrió con maldad. — Lo que me
acabas de decir, amerita que ahora mismo te mande a una celda de castigo, pero
no lo haré por la sencilla razón de que eres nuevo y quiero que todos escuchen
lo que tengo que decirles. Es verdad que no todos abusan de los doncellos, pero
también es cierto que los que se quedan callados y no hacen nada se convierten
en cómplices. Por lo tanto, todo el grupo es responsable por lo que aquí sucede
y si no están cumpliendo con las reglas, aténganse a las consecuencias. — Nadie
se atrevió a decir nada, tenían la mirada en el suelo, tal parece que ese
hombre estaba siendo considerado con ellos al no mandarlos a la celda de
castigo o peor aún, a ser reemplazado por el doncello que muere. — Tal parece
que finalmente han entendido cual es la posición de cada uno, si les digo que
vigilen a los doncellos, es para que estén al pendiente de ellos, tienen que
cuidarlos, examinarlos, ver que coman a sus horas, pero sobre todo, que el feto
vaya creciendo sin complicaciones. Si me entero que vuelven a abusar nuevamente
de ellos, todos pagarán caro, únicamente les recuerdo que aquí nadie es
indispensable, si uno falla, rápidamente es desplazado por otra persona. Ahora
sí, me he dado a entender.
—Sí,
Doctor Fernando. — Respondieron al unísono.
—Bien,
en ese caso, quiero un reporte detallado cada 24 horas.
—A
la orden Doctor.
El hombre salió del lugar, miró su reloj
que tenía puesto en su mano izquierda y se dio cuenta que ya era tarde, se
sentía un poco cansado, deseaba ir a su habitación para darse un baño y
descansar un poco. En lo que caminaba, no supo por qué se le vino la imagen del
experimento 19,990.
—“A
estas alturas se ha de estar muriendo de hambre, el día está por terminar y yo
le advertí que le daba hasta el atardecer. Conociéndolo bien, obtendré una
negativa por parte de él, todavía no pienso levantarle su castigo, jugaré un
rato más a ver hasta dónde llega su rebeldía. Iré a visitarlo para mofarme de
él”.
Se apresuró para ir a la habitación,
estaba llegando a uno de los corredores y casi a lo lejos logró escuchar un
terrible grito por lo que decidió correr para ver qué era lo que estaba
pasando. En cuanto llegó, se sorprendió bastante al encontrarse con ese hombre
que tanto odiaba y a la vez estaban sus secuaces, los perros falderos como así
los llamaba que siempre estaban a merced de ese desgraciado.
—Qué
bueno que llega mi querido colega. — Lo saludaba hipócritamente.
—
¿Qué demonios haces aquí? — Preguntó enfadado.
—Decidí
en venir a conocer su más reciente adquisición.
—
¡Ja! Él tiene prohibido las visitas. — Trataba de calmarse y únicamente pensaba
en seguirle el juego a ese maldito.
—Ya
lo sé. — Medio sonrió maliciosamente. — Pero el muy pobre se sentía solo y
abandonado. Así que no me quedó de otra que darle un trato especial.
El hombre se acercaba cada vez más y
cuando finalmente estuvo a cierta distancia, se percató al ver en las condiciones
que se encontraba el experimento. Todo su cuerpo estaba golpeado, debajo de sus
pies se miraba un charco de sangre, su espalda estaba hecho jirones por los
múltiples latigazos que había recibido, una de sus piernas podría estar rota o
dislocada, sus brazos, torso y piernas habían sido cortadas con alguna clase de
objeto filoso, realmente la escena frente a sus ojos era aterrador. Perdió toda
esperanza de que siguiera con vida, pero se tranquilizó al darse cuenta que aún
respiraba débilmente. Por primera vez en su vida, sintió un terrible dolor en
su pecho, pensando que podría perderlo.
—Y
dime, te has divertido mucho con él.
—No
tienes idea de cómo me he divertido, me sorprende la resistencia que tiene,
quizás es que por eso has puesto tus ojos en este producto.
El hombre que se encontraba encadenado
comenzaba a recobrar poco a poco el conocimiento, intentó moverse pero el dolor
que sentía en todo su cuerpo no le permitió hacerlo, a duras penas logró
reconocer una de las voces, por alguna extraña razón se sintió feliz de que él
estuviera ahí, creyendo de que tal vez lo podría ayudar, pero al escuchar la
conversación, todas sus esperanzas se desvanecieron.
—
¡Ja! No te confundas mi querido colega, lo trato igual o peor que a los demás.
—
¿En serio? Eso quiere decir que no sientes nada por este experimento.
—
Por supuesto que no. — Lo miraba seriamente.
—
¡Qué bien! Eso era todo lo que quería escuchar. — El hombre caminó hacia la
cama, ahí se encontraba la dichosa caja especial. Revolvió un poco las cosas
que contenía la caja, luego sacó un cuchillo de carnicero muy afilado. A todo
esto, los dos verdugos no decían ni se metían en nada simplemente se limitaban
a observar la escena. — Entonces no te
importará que lo decapite aquí mismo, en tu presencia. — Se le acercó a su
víctima, lo agarró con fuerza de sus cabellos haciendo la cabeza hacia atrás y
le ponía el cuchillo en su cuello, se escuchó una débil súplica.
—
No… Por… Favor… No… Quiero… Morir. — Gruesas lágrimas salían de sus ojos,
bañando completamente sus mejillas.
—
¿Qué sucede, acaso no piensas detenerme? — Le había hecho una pequeña herida en
su garganta.
—
Por mí, haz lo que quieras. — Manifestó como si realmente no le importara,
aunque por dentro se moría de los nervios y su corazón pedía a gritos que lo
salvara.
—
Como quieras. — Sonrió con maldad, estaba a punto de degollarlo cuando en ese
momento se escuchó un fuerte grito.
—
¡ESPERA!
—
¿No que no te importaba? — Preguntó con sarcasmo.
—No
seas estúpido, no te daré el placer de matarlo, yo quiero hacerlo con mis
propias manos.
Todos se quedaron boquiabiertos, hasta el
Doctor Gonzalo se había quedado en shock, al ver esa mirada asesina sabía que
no estaba bromeando…
Continuará…
N/A: Espero
que les haya gustado el capítulo, no se pierdan la continuación de esta
espeluznante historia. ¿Qué pasará con el experimento 19,990? ¿Fernando tendrá
el valor de matarlo? ¿Se saldrá con la suya Gonzalo? Todo esto y más lo sabrán
en los siguientes episodios.
Muchas gracias por tomarse su tiempo en
leerme y entrar a mi blog, cuídense mucho.
Atte.:
KAT.
P.D.: Con
este nuevo capítulo he inaugurado el mini especial de la semana que tanto les
he anunciado. Mañana subiré un nuevo episodio de la historia: Los ojos son el
reflejo del alma. Espero que disfruten de esta semana de lectura que traigo
para ustedes con mucho cariño.
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