viernes, 4 de mayo de 2018

LOS OJOS… SON EL REFLEJO DEL ALMA...




Capítulo 2: Tranquilo no llores más…



Declaimer: Los personajes de YU – GI – OH!, “No son míos”… Snif, shif, snif,  son propiedad de su respectivo autor, sólo hago este fic porque me encanta escribir, pondré toda de mi parte para hacer de esta historia muy interesante.


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La lluvia caía estrepitosamente, mientras el viento soplaba con fuerza y azotaba las frías y ahora húmedas calles de Domino City, nadie lo suficientemente sensato caminaría bajo esa terrible tormenta si valoraba su salud, pero ese no era el caso para un pequeño niño de 10 años, que sin tener conciencia alguna y sin importarle la lluvia corría rápidamente entre las solitarias aceras.

Era otra mañana como todas las demás para este pequeño, una rutina que ya se había acostumbrado hacerlo a diario, este pequeño era de piel blanca como de porcelana, sus cabellos eran rubios como el oro, sus ojos eran de color miel claros, y su rostro era como la de un lindo angelito.

“Tengo que darme prisa, no puedo darme el lujo de volver a llegar tarde”. – Decía el pequeño conteniendo las ganas de llorar, en lo único que pensaba era en llegar a su destino, corría a todo lo que sus piernas le daban, al fin pudo divisar el edificio a donde tenía que llegar. Justo en ese momento cuando llegó, el sonido de un timbre resonó por todo el lugar, enfrente de la entrada del edificio había una enorme placa que decía: “EPCD”[1]. Corrió en dirección a su salón de clases, todos los demás compañeros se le quedaban viendo con desprecio, muchos se alejaban de él y otros criticaban fuertemente por la condición en la que venía. Su uniforme aparte de estar todo mojado, estaba sucio de lodo, él sólo se limitó a dirigirse a sentarse a su mismo pupitre, que quedaba al final en un rincón del salón, ya que nadie se sentaba a la par suya.

El profesor de clases entró al salón, todos los alumnos se pusieron de pie diciendo al mismo tiempo: 

“Buenos días profesor”. – El docente era un joven de 15 años, era un poco alto de estatura, su cabello era tricolor, sus ojos era de color rubí, él era un chico inteligente, pero sobre todo era muy bueno en los números, así que se dedicaba a dar clases en la Escuela para costearse sus estudios, traía puesta una camisa de vestir manga corta color beige y pantalón negro muy ajustado a su cuerpo. Después de que todos se sentaron, el docente alzo la mirada ya que estaba ordenando unas papeletas de calificaciones que más tarde entregaría, al alzar su mirada notó que nuevamente el niño rubio se había sentado en el mismo lugar de siempre y que además estaba empapado.

Joey… ¿Otra vez ahí?

Pro… Profesor Yami, yo…

No terminó de decir la frase ya que el docente le hizo señal con su mano de que se acercara hasta su escritorio. Él se levantó del lugar y camino al frente, siempre recibiendo el desprecio de los demás. Una vez que se acercó al docente éste le dijo:

Pero mírate nada más, ¡estás todo mojado! No me digas que otra vez te viniste corriendo bajo esta terrible tormenta.

Yo… Yo, bueno… Este…

No digas nada. – Le hablaba cariñosamente, posteriormente miró a sus  alumnos.

Jóvenes, que sea la última vez que discriminen a su compañero de esta manera… ¿Han entendido?  – Expresó enojado.

Siiiiiiiii. – Contestaron todos, pero a la vez con miradas crueles al ojimelado.

La materia que daba el joven era matemáticas, así que escribió un ejercicio en el pizarrón y luego se dirigió nuevamente a los alumnos.

            Jóvenes, cuando yo venga quiero este ejercicio resuelto, y que lo hagan en absoluto silencio.

            Siiiiiiiii… – Respondieron la mayoría con desgano.

Luego salió del salón con Joey, dirigiéndose al área de docentes.


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En el área de docentes, el mayor le había pasado una toalla seca al niño para que pudiera secarse, luego se dirigió a unas de las gavetas de su archivero y sacó un uniforme limpio y seco.

Toma. – Le entregaba el uniforme.

Gracias. – Contestó con la mirada agachada.

El joven lo tomó de la barbilla suavemente para que él lo pudiera ver a los ojos.

Tranquilo, puedes usarlo así no enfermarás.

El niño le sonrió con sinceridad y le agarró el uniforme que le ofrecía.

Cuando empezó a cambiarse, la otra persona se percató que temblaba de frío, puso a calentar un poco de agua en una cafetera que había en el lugar y le dijo:

            Joey, tienes suerte de que a mí me guste la leche y no el café. – Trataba de bromear con el pequeño.

El rubio volvió a medio sonreír y unas lágrimas comenzaron a salir de sus hermosos ojitos mieles… Cuando el mayor escuchó el sollozo se dio la vuelta, pero en ese momento él se estaba quitando la camisa mojada del uniforme y pudo observar que tenía terribles marcas en sus brazos, torso y en la espalda. Frunció el ceño de lo molesto que estaba, pero al ver que no dejaba de llorar se sintió totalmente incapaz el no poder ayudarlo, así que sólo podía consolarlo.  Lentamente se acercó a él para abrazarlo y luego en un susurro le preguntó:

            ¿Fue ese maldito desgraciado, verdad?

El niño en un intento de justificarlo, le respondió:

            No te preocupes, no es nada… Yo tuve la culpa.

Acto seguido se puso la camisa del uniforme y el docente lo abrazó nuevamente para luego susurrarle:

Tranquilo no llores más…. Mi pequeño.

El otro se separó un poquito del abrazo para luego decir:

            Eres la primera persona que me trata bien en esta vida, te preocupas por mí y no entiendo, ¿por qué lo haces? – Toda su carita estaba mojada debido a su llanto.

El mayor se conmovió por las palabras del ojimiel sintiendo al mismo tiempo como su corazón le dolía al ver que ese pequeño a pesar de su corta edad sufría mucho.

Te prometo que un día lo entenderás. – Le respondió el tricolor… Y antes de que el otro dijera algo, éste continúo. – Escúchame bien lo que te voy a decir, quiero que a partir de ahora en adelante confíes en mí, puedes llamarme Yami si tú quieres y verás que seremos buenos amigos. – Al mismo tiempo que le decía esas palabras, le limpiaba el rostro con un pañuelo que se había sacado de la bolsa de atrás del pantalón.

El rubio sólo se dejó abrazar mientras asentía con la cabeza con lo que le decía su profesor. Cuando se terminó de cambiar el uniforme y se tomó la leche, volvieron al salón de clases y antes de entrar, lo detuvo para decirle…

            Joey, quiero que a partir de ahora te sientes a la par de Yūgi

            ¿Yūgi Mutō? – Preguntó incrédulo.

            Si. – Respondió con una sonrisa sincera. – Ustedes se parecen un poco, él es un muchacho tímido, alegre, sincero y de buen corazón. Por eso sé que serán buenos amigos.

            Muchas gracias.

El mayor lo ve un poco enojado...

            Te dije que puedes decirme Yami, pero sólo y cuando estemos a solas, ¿comprendes? – El joven dio un fuerte suspiro, y le explicó: – Mira Joey, si los otros niños oyen que me llamas por mi nombre creerán que tengo preferencias contigo. ¿Entiendes ahora?

            Si…

            Bien, ahora entremos al salón.


Continuará….



[1] “Escuela Pública de Ciudad Domino”



N/A: Espero que les haya gustado, sé que no me quedó perfecto, pero si me dejan sus comentarios estaré muy contenta de recibirlos y de saber lo que piensan…. Quiero decirles que no está de más recordarles que es mi primer fics que hago, también déjenme decirles que he leído muchos, pero muchísimos fics, en los cuales algunos he reído, y otros he llorado. Solamente deseo que en verdad ustedes me apoyen en esto y les prometo que tomaré muy en cuenta cualquier comentario o critica que me hagan. Sean “SINCEROS” al escribir sus observaciones.

Bueno hasta aquí los dejo…. Si desean escribirme a mi correo aquí se los dejo, también pueden encontrarme en mi Facebook, abajo les dejo los links.


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